(Mohamed Simplexia, Marruecos)
Lo mejor para pasar desapercibido, es vestirse como ellos, mimetizarse con el entorno sin llamar la atención. Andar por un pueblo con la chilaba puesta ocultando tu vestiventa "occidental", permite mezclarte entre sus gentes pasando inadvertido en muchas ocasiones, aunque siempre hay algo que te delata como extranjero... unas gafas de marciano, unas botas de alpinismo, la cámara de fotos... y sobretodo... el tono de tu piel, tu fisonomía. No hay escapatoria.
Aun así, consigues cierta sensación de relajación y tranquilidad al pasear. Algún niño que en circunstancias normales se abalanzaría sobre tí sin dudarlo para pedirte unos dirhams o un "cadeau"... te observa extrañado, desconcertado, distante... inevitablemente lo miras y se te escapa una sonrisa. Me has pillado, enano.
Hasta que te acostumbras al atuendo, no dejas de tener una sensación festivo-carnavalesca, te echas unas risas con tu amigo que viste otra chilaba a rayas negras, marrones y doradas, a juego sus Ray Ban de aviador... pero al cabo de unos minutos te sientes a gusto, cómodo, no vas disfrazado, vas vestido, tal y como viste la mayor parte de los que te rodean.
Cae la noche en el Erg Chegaga, es diciembre y la temperatura baja bruscamente. Abro la tienda de campaña y me meto dentro del saco con los pantalones militares puestos, camiseta, jersey, el forro polar... y la chilaba puesta.